28 de noviembre de 2008

ESPECIAL: PATA PATA

pata pata

Toque Toque es el nombre del baile que Miriam bailaba en Johannesburgo. Todos, aún hoy, comienzan a bailar apenas el Toque Toque comienza a sonar.

Cada viernes y sábado por la noche es momento de Toque Toque. El baile dura toda la noche... hasta que en la mañana el sol comienza a brillar.

Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata

Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata

Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata

Saguquga sathi bega nantsi Pata Pata

Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata

Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata

Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata

Hiyo mama hiyo ma nantsi Pata Pata

El Pata Pata es de aquellas canciones simplemente inversionables. Cualquier intento de cover, cualquier homenaje, choca con la perfecta y compleja simpleza de la versión original del 67 y con la embriagadora ansiedad de la versión televisada del 68. Ya sea piano, ya sea guitarra, solo esos instrumentos crean el apoyo armónico justo y preciso de la canción, lleno de magia nocturna, de sincera vitalidad, de infinita energía. Luego, los "natsi Pata Pata" solo pueden ser coreados por esas voces sesenteras, carnosas, cálidas, que ningún otro coro logra o ha querido replicar, muchas veces por el afán de "modernizar" el sonido. Finalmente está la voz única de Miriam, misteriosa, llena de fuego, con esos agudos ásperos que solo pueden invitar a mover el cuerpo al ritmo del Toque Toque. Levemente ronca, levemente nasal, levemente destemplada... así son las grandes voces, conjunciones exactas de humanas imperfecciones, imperfecciones crudas, llenas de energía, de intención significativa en su canto.

Cualquier versión del Pata Pata sin la voz de Miriam Makeba no es un Pata Pata en absoluto, sea cantada en xhosa, inglés (Osibisa), spanglish (El General) o español (Thalía). Si es en la lengua nativa, solo Miriam canta con una naturalidad apabullante los clicks de la frase inicial, sin falsa amplificación ni artificios de ingenieros de sonido. Por supuesto, la mayoría de las versiones obvian los clicks y por lo tanto se pierde una parte esencial de la canción. Porque en ese click, en esas frases en xhosa, está la clave ética de la canción. La clave que vuelve al Pata Pata una canción humana, política, combatiente.

Miriam Makeba salió de su Sudáfrica natal a principio de los años 60 y recorrió Europa y Estados Unidos clamando por ayuda internacional para dar fin al apartheid que la población negra sufría por parte de los ingleses. Por supuesto, el gobierno de Johannesburgo le prohibió siquiera regresar a Sudáfrica, con lo que Miriam quedó como una ciudadana del mundo, vagando por los países, contando su destierro, cantando su lengua natal. Mama África la llamaron, porque en sus clicks (busquen y escuchen con qué simple ironía los dice en la palabra que ingleses no pueden decir, Qongqothwane, al presentar "The click song") , en sus movimientos de rodilla, en sus canciones nativas, lo que había era una mujer cálida, tierna, implorando por una situación de libertad y dignidad para su gente en su país.

Así, el Pata Pata es una canción de fiesta y baile (eso es lo que se conjuga semióticamente en el ritmo, instrumentación y letra de la canción y es eso lo estrictamente versionado por otros cantantes), pero inserto en un contexto discursivo de protesta y de concientización. Es imposible en este caso, como en tantos otros, trazar con claridad la manera como las "opciones textuales" vehiculizan las significaciones discursivas totales que consuman la canción. El producto semiótico completo es la opción discursiva, y de esa manera el discurso se vuelve irreproductible, o cada vez que se versiona se pierde en su compleja unidad, porque ya no es Miriam, ya no es el apartheid y ya no es el xhosa el que se está consumando junto a esa secuencia mágica de acordes.

Siento, sobre todo con la (irritante) versión de Thalía, que de esa complejidad discursiva no queda nada, que solo nos enfrentamos al plano simple de la denotación fiestera y bailable. Así, el Pata Pata pasa a ser un tema vulgar, uno más entre miles de otros "bailes" que nos venden los productores. Ya no hay clicks, ya no hay voz cálida y enérgica, ya no hay lengua nativa. Ya no hay un artefacto (qué curiosa palabrota) semióticamente rico de significaciones y diálogos. Ya no hay una conciencia ideológica que sitúa en el baile el grito rabioso de todo un pueblo.

Viva por siempre Miriam Makeba y su Pata Pata.