18 de mayo de 2009

CANCIONES (ANTI)MATRIMONIALES


Canciones (anti)matrimoniales

En sus discos cincuentero, Violeta Parra da cuenta de una nutrida serie de canciones recopiladas (eso dice(n)) en el campo del centrosur chileno y que tienen como eje esencial el matrimonio y la vida de casados en general. Quizás las dos más populares de esta seguidilla sean "Casamiento de negros" y "Parabienes al revés", las que tienen en común ya un factor que se repetirá en prácticamente todo el repertorio matrimonial: el humor, la farsa, una suerte de carnaval irreverente en torno a la sacra institución.

Y hablo de sacra institución, pues el matrimonio es, en este conjunto de canciones, sobre todo una institución católica. Y ahí Violeta se muestra ambigua, llena de matices: a veces pareciera querer enternizar la ley ante dios, a veces la trata con filuda ironía. En "Viva Dios, viva la virgen" [1956], acaso la menos interesante de todas, la referencia católica es directa y queda plasmada, diría, de manera bastante convencional. Mucho más hermosa es otro parabienes a los novios, el "Viva la luz de Don Creador" [1956]. La guitarra tan bien rasgueada para imponer el ritmo saltarín de la refalosa (¿o es mazamorrita?), juguetón de la canción, nos actualiza lo mejor de la tradición percusiva de la guitarra campesina. Y la letra tiene, en el fondo, imágenes que no aparecen en el parabién anterior. No deja de haber cierto valor quejumbroso cuando dice "el matrimonio sagrado / como la regla lo exigé / y los dos que se dirigén / a dar tan raro ejempló"... Y la tercera estrofa es una temprana muestra de una de las fórmulas discursivas más caras para nuestra violeta: en medio de todas las palabras agudizadas ( y mutiladas, si es necesario), las referencias se van concadenando unas a otras en progresión temática descentralizada y algo esquizoide, recurso que aparecerá con fiereza en canciones tan claves como "Maldigo del alto cielo" [1966] o "Amigos tengo por cientó" [1960]. Algunos han sugerido que en esos versos se manifiesta justamente cierta ironía sobre el matrimonio ("se hayan desojá los floré"); lo cierto es que si no supiéramos que es canto de procedencia campesina, casi podría decirse que es antipoesía pura.
Algo le pasa a Violeta con las progresiones temáticas. En "Parabienes al revés" [1956] el humor, asumo que también captado desde el trabajo de recopilación, es la inversión exacta de los versos. La anécdota es simple, con algunos toques de humor simple y decorativo, pero la melodía y la inversión versal brindan esa magia que tiene la canción y que la han hecho perdurar un poco más en el tiempo que los parabienes "al derecho".

Si de humor se trata, está el "Casamiento de negros" [1955] uno de los primeros singles grabados por Violeta Parra solista. En lo personal, la reiteración ingeniosa del negror no me produce mayor gracia, pero supongo que ahí está la clave para que sea tan versionada y recordada esta canción. No sé por qué algo me dice que cierta visión racista (quizás por lo pintoresca que pretende ser la anécdota) está incubada en este chapecao, pero supongo que también Violeta Parra cumplió bien en su papel de registradora de cantos de tradición muy perdida en los cauces históricos desde la península.


Dentro de esos primeros singles parreanos hay otra canción de matrimonio, pero esta sí resulta algo brutal desde la moral laica de nuestros días: "La Juana Rosa" [1955]. Quiero creer que Violeta lo graba solo en su afán "recopilador", pero habría que ver si ella misma no estaba algo de acuerdo con la lógica de que la mujer soltera a los 25 es ya una solterona. Aún no estamos acá en una visión antimatrimonial, ni mucho menos, ¡pero qué alejada esta canción de la lógica de los parabienes a los novios! La letra es cruel, despiadada con la pobre Juana Rosa, y conceptualiza el matrimonio simplemente como una institución de función social algo mecánica y macabra.
Lo cierto es que Violeta Parra debió de desconfiar de esta institución, o venerarla demasiado. Sus recopilaciones menos conocidas sobre casamientos son mucho más frescas en su tratamiento temático y nos abren perspectivas (anti)matrimoniales insospechadas dentro de (lo que desde hoy consideramos que debe ser) el cancionero campesino popular.

Tomemos la polca "Yo también quiero casarme" [1956]. La desacralización del novio y del matrimonio en general va justamente en línea contraria a la de "La Juana Rosa" ("por eso a mí la prudencia me aconseja no casarme... mejor será señores que me quede sin casar, y no caer en la trampa por toda una eternidad"). El ritmo de polca, por supuesto, encaja perfecto con el tono desfachatado de la letra. Y eso que acá aún tenemos en frente una versión prudente, casi tímida. Hilda Parra versiona esta polca con signos áun más radicales de sarcasmo ("yo también quiero casarme / de blanco no puede ser / con lunares verde rojo / eso sí que puede ser"). Los versos son más rabiosos y misándricos, el ritmo es más frenético, la voz de Hilda es más adecuada aún para esta furiosa desilución.

En la misma línea antimasculina está la canción "El joven para casarse" [1957], una suerte de proclama de denuncia del machismo juvenil y del sinsentido tirano de la institución ofrecida como moneda de cambio para obtener los favores sexuales ("la niña que quiere a un joven se destina a padecer / andará de boca en boca si no se casa con él"). Comentario aparte merece el "huichihuichi que sí que sí / huichihuichi me gusta a mí" del estribillo, también recurso muy usado por Parra para livianizar, descentralizar nuevamente, cierto desarrollo temático.
Desde la vereda del frente, en música y contenido, está "Atención mozos solteros" [1957]. El ritmo es cortado, irregular, sincopado, y por supuesto pone en un singular relieve la misoginia ("son muy duras las cadenas / las que se van a amarrar") y el gran humor de la composición ("hasta el nombre ha de cambiar / tendrá que llamarse pan / se llamará cebollita / también se llamará ollita"). ¡Qué brutal parece este humor, aún con la perspectiva del tiempo, en comparación con las pintorescas desventuras del casamiento de negros!

Y en "Para qué me casaría" [1957] ¿hay humor macabro o profundo desgano? La interpretación parreana no resuelve la interrogante y, entonces, deja el aroma de la ironía niahiísta en el aire. Quizás juzgo por irónico la crudeza del mensaje sin tapujos ("mi marido me estima como una reina / no me deja costilla que no me quiebra"), pero la crudeza también se juega en poner en la balanza el sinsentido del matrimonio con el sinsentido de la familia ("la vida si mi taita mi pegaba / la vida mi marido dice juera"). Canción antimatrimonial por donde se la mire, directamente desde nuestro bello y edílico campo, con todo lo mejor de nuestra conservadora tradición católica campesina.

"Cuando habrá como casarse" [1957] pone en relieve de manera amarga esta tensión tradición - maldición del matrimonio agresivo, violento y católico del campo chileno ("la mujer que ya se casa / para servir su marido / si es unpoquito atrevido / y con ella se propasa / será mujer de su casa / para ser bien atendía / que sepa pasar la vida / sin que la tiente el demono / de guardar su matrimonio / se alegra Dios y María"). ¿Es acaso todo esto una canción pía y observante del sacramento en voz de la misma Violeta Parra? ¿Acaso acá solo primó la convicción de recopilar lo que la cantora le transmitiera? ¿El rimo nuevamente algo anómalo da cuenta de un nivel de perplejidad parreana de lo que cantaba? Por lo bajo, es una canción chocante, a medio camino de los parabienes y de la cueca antes comentada, de la inconciencia y de la lucidez máxima.

No hay comentarios: